Una pequeña nota a propósito del concilio – no el de Rivendel – pues este fue el tercero que se convocaba, o mejor dicho en palabras de Elrond, todos se habían reunido en ese lugar en el momento indicado.
»Para este propósito habéis sido llamados. Llamados, digo, pero yo no os he llamado, no os he dicho que vengáis a mí, extranjeros de tierras distantes. Habéis venido en un determinado momento y aquí estáis todos juntos, parecía que por casualidad, pero no es así. Creed en cambio que ha sido ordenado de esta manera: que nosotros, que estamos sentados aquí y no otras gentes, encontremos cómo responder a los peligros que amenazan al mundo.
»Para este propósito habéis sido llamados. Llamados, digo, pero yo no os he llamado, no os he dicho que vengáis a mí, extranjeros de tierras distantes. Habéis venido en un determinado momento y aquí estáis todos juntos, parecía que por casualidad, pero no es así. Creed en cambio que ha sido ordenado de esta manera: que nosotros, que estamos sentados aquí y no otras gentes, encontremos cómo responder a los peligros que amenazan al mundo.
Asi es que en ese concilio, se revelan muchas cosas, que desde hacia mucho tiempo habían sido olvidadas, o ya no se contaban; y al recordar la batalla de la última alianza, cuando Elfos y Hombres lucharon juntos contra la maldad de Sauron, Elrond hace memoria.
En este punto Elrond hizo una pausa y suspiró. -Todavía veo el esplendor de los estandartes -dijo-. Me recordaron la gloria de los Días Antiguos y las huestes de Beleriand, tantos grandes príncipes y capitanes estaban allí presentes. Y sin embargo no tantos, no tan hermosos como cuando destruyeron a Thangorodrim y los elfos pensaron que el Mal había terminado para siempre, lo que no era cierto.
-¿Recuerda usted? - dijo Frodo asombrado, pensando en voz alta -. Pero yo creía -balbució cuando Elrond se volvió a mirarlo-, yo creía que la caída de Gil-galad ocurrió hace muchísimo tiempo.
-Así es -respondió Elrond gravemente-. Pero mi memoria llega aún a los Días Antiguos. Eärendil era mi padre, que nació en Gondolin antes de la caída, y mi madre era Elwing, hija de Dior, hijo de Lúthien de Doriath. He asistido a tres épocas en el mundo del Oeste y a muchas derrotas y a muchas estériles victorias.
»Fui heraldo de Gil-galad y marché con su ejército. Estuve en la Batalla de Dagorlad frente a la Puerta Negra de Mordor, donde llevábamos ventaja, pues nada podía resistirse a la lanza de Gil-galad y a la espada de Elendil: Aiglos y Narsil. Fui testigo del último combate en las laderas del Orodruin donde murió Gil-galad y cayó Elendil y Narsil se le quebró bajo el cuerpo, pero Sauron fue derrotado, e Isildur le sacó el Anillo cortándole la mano con la hoja rota de la espada de su padre y se lo guardó.
En este punto Elrond hizo una pausa y suspiró. -Todavía veo el esplendor de los estandartes -dijo-. Me recordaron la gloria de los Días Antiguos y las huestes de Beleriand, tantos grandes príncipes y capitanes estaban allí presentes. Y sin embargo no tantos, no tan hermosos como cuando destruyeron a Thangorodrim y los elfos pensaron que el Mal había terminado para siempre, lo que no era cierto.
-¿Recuerda usted? - dijo Frodo asombrado, pensando en voz alta -. Pero yo creía -balbució cuando Elrond se volvió a mirarlo-, yo creía que la caída de Gil-galad ocurrió hace muchísimo tiempo.
-Así es -respondió Elrond gravemente-. Pero mi memoria llega aún a los Días Antiguos. Eärendil era mi padre, que nació en Gondolin antes de la caída, y mi madre era Elwing, hija de Dior, hijo de Lúthien de Doriath. He asistido a tres épocas en el mundo del Oeste y a muchas derrotas y a muchas estériles victorias.
»Fui heraldo de Gil-galad y marché con su ejército. Estuve en la Batalla de Dagorlad frente a la Puerta Negra de Mordor, donde llevábamos ventaja, pues nada podía resistirse a la lanza de Gil-galad y a la espada de Elendil: Aiglos y Narsil. Fui testigo del último combate en las laderas del Orodruin donde murió Gil-galad y cayó Elendil y Narsil se le quebró bajo el cuerpo, pero Sauron fue derrotado, e Isildur le sacó el Anillo cortándole la mano con la hoja rota de la espada de su padre y se lo guardó.
Recordad entonces, que en los concilios no solo uno va a escuchar y aprender, también cada uno tiene un papel, y algo importante que decir y hacer.