Hace un solo unos días, conversaba con mi buen hermano Tevildo, a propósito de todos los rumores respecto a la película El Hobbit. Todos tenemos opiniones encontradas sobre las películas, de nuestro gordito amigo, pero lo que si hay que admitir es que muchos vieron en la pantalla grande la historia con la que habían soñado más de una vez. Una gran corrección que me hacia ver mi hermano, es que, la película “dio a conocer” a Peter Jackson, no al profesor; JRR Tolkien ya era conocido, desde hacia mucho tiempo y aquellos que aun caminan por la Tierra Media lo saben bien.
Y la pregunta que se harán es, a que viene todo este asunto; pues que muchas cosas se perdieron en el transito de hacer un guión para la película, algo de la esencia y de las lecciones que aprendemos, cada ves que hojeamos El Libro Rojo. Pero no todo fue para mal, muchas cosas se hicieron mas que bien, y nos han dejado un recuerdo imborrable de la historia del señor de los anillos.
Lo que nos trae de recuerdo - justo ahora que su buen amigo también emprende un nuevo viaje - que un montaraz no se convirtió en rey, de la noche a la mañana. Cuentan las historias, que decidió encomendar su vida a la lucha contra Sauron, luego de una larga conversación con el señor de Imladris, acerca de su única hija. Este amor, fue el primer aliciente para probarse a si mismo.
El segundo llega, cuando el anillo es encontrado, y se decide a acompañar al portador del anillo, pues como el dice: esos asuntos me atañen. La espada alguna vez rota es vuelta a forjar y recibe un nuevo nombre - Andúril - y el heredero de Isildur marcha a la guerra con ella. La espada lo acompaña durante todo el trayecto, y es un símbolo que no solo era reconocido en Gondor.
Recordemos la primera vez, que este, en apariencia simple montaraz, decide presentarse tal y como es.